Estando en París, un amigo me contó una vez la historia del vigilante de un museo al que conoció. En tan tediosa labor, este guardián del arte no tenía permitida la lectura de libros para no dar la imagen de que se abstraía en su tarea; podía sin embargo, leer hojas sueltas. Así, el vigilante descuartizaba las mejores obras de la literatura universal y se pasaba de un bolsillo al otro las hojas por leer, esa ilusión del mundo escrito, y las hojas leídas, en un baile de cuartillas fraudulentas, libros-incógnito que se burlaban de las absurdas reglas que pretenden dar sentido al concepto tan indefinible que llamos trabajo a veces.
Me imagino con frecuencia la biblioteca de la casa de este personaje. Las encuadernaciones convertidas en carpetas de hojarasca “desatada”, aunque siempre respetando el orden de las páginas, los libros todos descuadrados y mancillados en su honor de sabiduría con carátula, un desafío a la regularidad y la geometría rectangular de la biblioteca al fin.
Y a la vez, me parecen estos libros más acordes con la realidad del tiempo nuestro, fragmentado, pedazos de todo el globo, de lo inmenso y lo microscópico, del tiempo virtual y del tiempo de los segundos…
En fragmentos, en telegramas de actualidad inmediata, estamos ahora en contacto, ¿cada vez más?. “Qué estás haciendo ahora?”, tu estado en twitter, en facebook, en messenger… un gran ejercicio del arte del resumen para imaginar, en un pedazo de alguien, en su frase elegida, su estado completo… y con eso ya quedamos conformes.
Y entonces, cielos! qué hacer ahora con mi pobrecito blog, para el que ya no hay tiempo, para el que la crónica era razón de ser y ésta ya no tiene sentido por ser tan laaarga?!!!
Una vez más, maniobra de Mansalva, rescate improvisado, primeros auxilios y salvamento con final feliz ¡no perdáis la esperanza! Los blogs no son para el verano, pero quizás su función ahora sea la literatura, los post como capítulos de nuestras verdaderas y extensas aventuras cotidianas…
sobretodoporlatarde 